Sepum, el planeta perdido

Por Noelia del Moral

Desorientada y con un dolor de cabeza increíble, lo primero que vi fueron unos ojos verdes mirarme fijamente, eran preciosos. El recuerdo de mi padre, el cual tuve que dejar en la Tierra para salvar mi vida y venir aquí, vino a mi mente en cuestión de segundos. Tenía sus mismos ojos. 

–  ¿Hola? – fue lo primero que escuché. 

Tardé unos segundos en reaccionar, en los que me di cuenta de que para nada estaba en el sitio al que tenía previsto llegar. 

– Hola – dije confusa. 

Era un chico rubio el que estaba enfrente de mí, tenía la piel muy clarita y pecas por toda la cara. Tampoco me fijé tanto en sus rasgos, porque fueron sus ojos los que me atraparon. 

–  ¿Dónde estoy? – le pregunté más confusa que antes al notar que no reaccionaba. 

Me analizó un poco de arriba abajo y dijo: 

– Estás en Sepum. 

–  ¿Dónde? – pregunté. 

– En Sepum. ¿Quién eres? – dijo aún más confuso que yo. 

– Soy Gabriela, vengo de la Tierra. 

– ¿De la Tierra? Por lo que tengo entendido, han mandado a todos a un planeta que está bastante cerca de Marte. Ah, por cierto, encantado Gabriela, soy Marcos – dijo regalándome una sonrisa. 

Me sorprendió que supiera que nos estaban mandando a otro planeta. ¿Sabría el porqué? 

– Encantada – dije sonriendo yo también, pero algo confusa. No sabía dónde estaba, a cuántos quilómetros estaba del planeta al que tenía que ir, quién era él, cómo su nave podía haber acabado ahí, no sabía nada. 

Me puse a analizar mi alrededor, estaba en medio de un bosque lleno de niebla, nos rodeaban unos árboles que parecía que llevaban más de cincuenta años en pie, eran muy anchos con muchas ramas y con unas hojas enormes. El suelo, aparte de estar lleno de hojas, también lo estaba de barro, incluso había un par de charcos. Parecía que había llovido, se notaba mucho la humedad. Era un paisaje agradable de ver, tanto que me desconcentró de la realidad durante unos segundos. 

Seguía sin saber dónde estaba, pero me encontraba mucho más tranquila, no sé por qué, pero este bosque me transmitió confianza. 

Mi nave estaba destrozada, salía humo de ella y le faltaban algunas piezas que estaban esparcidas por el suelo. La verdad es que no sabía cómo había salido tan intacta de ahí pero lo importante es que, dentro de lo que cabe, había tenido suerte. 

Cuando Marcos se dio cuenta del estado de la nave, dijo: 

– Me temo que hasta que no se arregle la nave, no te vas a poder ir de aquí. 

– ¿Está tan mal como para tener que quedarme? – dije. 

– ¿No la ves? Está destrozada. 

¿De verdad? ¿Todo lo malo me pasaba a mí o qué? 

– ¿Y qué hago? No me quiero quedar aquí. 

– Pues a ver, irte no te puedes ir porqué está claro que la nave no funciona. Si quieres, puedes venirte a mi aldea hasta que la arreglemos. 

– Si la alternativa es quedarme aquí sola en el bosque, me iré contigo. 

– Vale, no te preocupes. Soy ingeniero, te aseguro que saldrás de aquí. 

Tenía miedo y ganas de llorar, estaba confiando en que alguien de otro planeta me llevase a su aldea. 

– Está bien – dije. 

Me dirigió hasta su coche que era muy largo y de color blanco, te podías reflejar en él de lo limpio que estaba. 

Me abrió la puerta y me dijo que entrase. Por dentro era muy amplio y olía muy bien. Cuando se sentó y arrancó, estuvimos callados todo el trayecto.  

Me fijé un poco más en él y en su vestimenta. Llevaba puestos unos pantalones de color beis acompañados de una camiseta color vino que le estaba ajustada. Iba bastante formal para ir dando vueltas por el bosque. 

Cuando llegamos a la aldea me sorprendí mucho. Era una aldea en la que las casas eran cubos de hormigón y todas eran iguales. En medio había una gran biblioteca de color verde oscuro con detalles en marrón. Había una especie de torres de control que eran igual que las casas solo que bastante más altas y con un ventanal en la parte delantera. Me pareció preciosa, era grande, moderna y con un estilo que me encantaba. 

– Qué bonita – dije. 

– Gracias, me alegro de que te guste. Ven, te la enseñaré. 

Estuvo un rato enseñándome la aldea, me enseñó todas las torres de control, la biblioteca, la plaza central y por último el bloque en el que iba a quedarme durante los próximos días. 

Arriba de la puerta principal ponía, bloque 36. Había unos doscientos bloques, el mío estaba bastante cerca de la biblioteca, algo que agradecí, porqué me encanta leer. 

– Mira, este es el bloque en el que te vas a quedar. Está al lado del mío que es el 37 – dijo mirándome a los ojos. 

– Vale, muchas gracias – le respondí. 

Una vez entramos de que era mucho más amplio de lo que me esperaba. Nos daba la bienvenida un recibidor con un espejo y unas plantas. A la derecha había una habitación con una cama de matrimonio y una mesita de noche de color madera. Al lado, un baño compuesto por un váter, un pie de ducha y una pica con un grifo, todo esto de color gris. En el centro del bloque estaba la cocina, con decoración muy minimalista y una ventana muy grande al lado de la mesa. Para finalizar, un gran sofá de color marrón con una televisión en frente.  

La casa era muy acogedora, me encantó todo, la decoración, los colores… 

Estuvimos un rato hablando sentados en el sofá. Me explicó lo que iba a hacer durante estos días y me explicó también cómo funcionaban las cosas allí. 

Me estuvo preguntando un poco sobre mi vida en la Tierra y sobre mis aficiones. Le conté que me encantaba leer al igual que escribir y que estudiaba medicina. Esto último no se lo esperó y me dijo: 

– ¿Hablas en serio? 

– Claro – dije –. Estoy en mi segundo año. Bueno, estaba. 

– Qué pasada, hay que ser muy listo para estudiar eso. 

– No te creas, tienes que ser constante y saber estudiar, por lo demás no es tanto como dicen. Obviamente cuesta, pero con esfuerzo se consigue – le expliqué. 

– Qué suerte, necesitamos gente en el hospital y me temo que tú puedes ser una buena médico para nuestros habitantes. 

– Nunca he hecho prácticas, pero supongo que sabré hacerlo. 

– Tranquila, seguro que sí. Tus turnos serán de nueve de la mañana a tres de la tarde, si por las tardes te aburres nunca vendrá mal una ayuda de un profesional – me dijo sonriendo. 

Me reí; era un chico gracioso y muy amable. 

Cuando se fue de mi bloque y me dejo ahí, me puse a investigar un poco la habitación. Abriendo cajones al azar, encontré un libro que ponía: “Las diferentes criaturas de Sepum”. ¿Había algo más que no fuesen humanos en este planeta? No me podía quedar con la duda, así que me puse a leerlo. 

Descubrí muchísimas criaturas como androides con cabeza de caballo y tiburones terrestres. El libro decía que eran criaturas muy peligrosas y te ponía una serie de antídotos contra sus mordeduras. Decía que eran muy abundantes entre las aldeas, porqué solían estar por los bosques de alrededor. 

Me asusté. ¿Y si venía un androide a matarme? – pensé. 

Como la duda me aterraba me fui corriendo al bloque 37, el de Marcos. 

Toqué la puerta un par de veces hasta que el rostro feliz de Marcos me la abrió. Estaba en pijama. Claro, es verdad, ya era de noche, o por lo menos en este planeta. 

– Siento molestar, pero ¿qué se supone que son exactamente estos seres’ 

Se rio. 

– Pasa, anda, te lo explicaré – me dijo dándome paso con la mano. 

Su casa era exactamente igual que la mía, solo que esta tenía el sofá en azul marino en vez de marrón. Me senté en este y esperé a que hablase. 

– Mira, en esta aldea y en las de alrededor suelen haber muchos ataques de androides y tiburones. Pero no son androides ni tiburones normales, son androides con cabeza de caballo y con una fuerza que triplica la del ser humano. Los tiburones tienen piernas robóticas, pueden morderte, comerte y aplastarte sin hacer casi ningún esfuerzo. 

La verdad que esas palabras no me ayudaron a estar más tranquila. 

– ¿Hablas en serio? ¿Qué clase de planeta es este? –  pregunté asustada. 

– Ya sé que no es lo mejor, pero he nacido aquí así que no me queda otra que vivir así. Nos hemos acostumbrado y hemos encontrado formas de prevenirlos. No siempre funcionan pero mejor eso que nos estén matando constantemente. 

– Madre mía, y yo me quejaba de la Tierra, no me quiero imaginar que pasará si entran esas cosas mientas estoy yo. 

– Pues no es por asustarte, pero no sería raro, suelen venir aproximadamente una vez a la semana. 

–  ¿¡Qué?! – exclamé. 

– No te preocupes, mañana por la tarde te enseñaré a defenderte por si acaso tienes que enfrentarte a uno de ellos – me dijo intentando calmarme. 

– Vale – respondí. 

– No te agobies, vas a estar bien, te lo prometo. 

Le sonreí y me fui a mi bloque a dormir, estaba muy cansada y tenía mucha hambre, pero decidí esperar a la mañana siguiente para comer. 

***

Había pasado ya una semana desde que estaba allí. Todos los días eran iguales, me despertaba de buena mañana y me iba al comedor para después irme a trabajar como médico en la enfermería. Las primeras horas de la tarde las solía tener libres, pero yo las aprovechaba para ir a la biblioteca. Por la tarde noche siempre hacía clases de defensa con Marcos. Había aprendido ya muchas cosas sobre eso. Ya sabía cómo defenderme de los androides y tiburones, también como prevenirlos y sobre todo qué hacer si uno de ellos entraba en la aldea. 

 Era sábado por la tarde y me estaba dirigiendo a la biblioteca para pasar el rato. Disfrutaba del buen ambiente que hacía y lo a gusto que estaba allí. De repente, un ruido muy intenso invadió mis oídos. Me asusté. Giré de golpe mi cabeza para ver de dónde provenía el sonido y me di cuenta de que la puerta principal de la aldea estaba destrozada y envuelta por una capa de humo.  

Pasaron unos segundos y una tropa de androides que salía del humo empezó aproximarse hacia mí. Sentí que me costaba respirar y se me ponía la vista nublosa. Tenía que salir de ahí o refugiarme en el bunker que me dijo Marcos que fuese si esto pasaba. 

Me giré hacia la dirección del bunker y me puse a correr lo más rápido que pude. Cada vez estaban más cerca de mí y yo cada vez me desesperaba más. 

Estaba a punto de llegar a la puerta cuando escuché. 

–  ¡Cuidado! 

Giré la mirada para ver quien era y me sorprendí al ver a Marcos, estaba aterrado y corría rápidamente hacia mí. 

De repente, vi que un androide se lanzaba sobre mí a toda velocidad y fue Marcos quien lo apartó en el aire y lo empujó hasta que estuvo en el suelo. 

Empecé a decirle que se fuera y que corriera mientas los ojos se me invadían de lágrimas. 

El androide le pegaba, le estiraba, le empujaba y le ahogaba. Cada vez parecía que Marcos tenía menos posibilidades de vivir, le triplicaba la fuerza y ya estaba lleno de sangre. 

Pasaron dos minutos en los que intenté ayudar, pedir ayuda y buscar una forma de salvarle, pero nada tuvo éxito. Vi como el androide le cogía del cuello durante mucho tiempo hasta que Marcos acabó muerto.  

No podía creerlo. Había muerto. La persona que me salvó la vida, la persona que se hizo cargo de mi durante una semana, la persona que estaba intentando de todas las maneras posibles que yo pudiera volver al otro planeta, esa persona había muerto.