El nido

Por Romeo Crespo

Son las 6. Aidan se levanta para comenzar su día, no hay nadie en casa. Un gran silencio ronda por toda la vivienda. Aidan baja las escaleras aún bastante adormecido. Llega a la cocina, y antes de hacerse el desayuno abre la ventana, un amanecer apagado y un fresco olor a humedad le esperaban un día más.  

Después de desayunar Aidan baja al taller a punto de proseguir con su proyecto, que trata de crear un procesador de los más potentes de Alemania. Tras un rato trabajando decide subir al salón a ver un poco la tele. 

No pasan dos segundos hasta que aparece una impactante noticia: 

 “EL CAOS INVADE ALEMANIA. Lla gran central de desarrollo científico internacional ha explotado dejando salir de dentro de ella decenas de criaturas inhumanas. Permanezcan en sus casas hasta nueva alerta».  

Esta noticia le dejó pálido, parecía sacada de una película de terror. Si era verdad o mentira lo vería pronto, porque la central estaba cerca de su casa. Se asomó a la ventana, a lo lejos se veía una aterrorizante nube negra que se expandía por el cielo dándole un tono grisáceo a los alrededores, también había varios helicópteros sobrevolando la zona. 

Aidan tenía que hacer algo, rápidamente salió de su casa, cogió la furgoneta y comenzó a apresurarse por la ciudad. Cada minuto que pasaba la ciudad, el miedo el humo y los sonidos aumentaban. Finalmente entró a la ciudad, era un caos, había gente corriendo por todos lados, por todas las calles y por todas las carreteras. Había escaparates rotos y oficinas ardiendo. 

Mientras Aidan conducía camino a saquear la tienda de armas saltó una de las espeluznantes criaturas por delante del coche. Eran altas, de extremidades largas y con dientes sucios y largos, parecía recién sacada del Averno. Prosiguió conduciendo mientras dejaba atrás a la criatura.  

Llegó a la tienda de armas, donde cogió de todo, para matar a esas criaturas; escopetas, granadas, pistolas… 

Estaba saliendo cuando escuchó unos gritos, se giró y vio a una chica siendo acorralada por una de esas horribles criaturas. Rápidamente sacó la escopeta de la gran bolsa de cuero que llevaba las armas y procedió a apretar el gatillo y dispararle 3 tandas de perdigones seguidas directas a su cabeza, acabando así con la vida del monstro y liberando a la mujer de entre sus garras. 

 – ¿Estás bien? – preguntó Aidan. 

 – Sí, gracias, esas criaturas son horribles – respondió la chica. 

 – ¿Cómo te llamas? 

 – Me llamo Ada – respondió en un tono amable. 

 – Yo Aidan; ven conmigo, será mejor que nos quedemos juntos, sobrevivir a esto será difícil. 

Así pues, Aidan y Ada abandonaron el centro y fueron a casa de Aidan. 

– Tenemos que hacer algo al respecto sobre esta situación – dijo Ada. 

– Sí, ya lo sé, pero ¿cómo? 

– Esas criaturas salieron de la central, seguramente haya un nido del que salgan todo, si acabamos con el punto del que aparecen solo quedarán las actuales, y será cuestión de tiempo que acaben muriendo. 

– Tiene sentido – dijo Ada. 

Aidan y John se pusieron manos a la obra y ordenaron todo el armamento que iba a ser utilizado, granadas, metralletas, pistolas…, Aidan tenía chalecos antibalas de una época en la que trabajó de policía, así que también los usaron. Una vez preparados, cerraron todas las puertas de la casa a la perfección y usaron objetos grandes que pesaban en la puerta principal, así aseguraron que ninguna de las criaturas entrara a la casa.  

Una vez el entorno estaba completamente preparado para bajar la guardia decidieron irse a dormir. El silencio abundaba en la habitación, a excepción del sonido del fuerte viento chocando contra las ventanas y el de la maleza y los arbustos siendo agitados por la ventolera. Ni Aidan ni Ada estaban durmiendo, pero individualmente pensaban que el otro si lo hacía. Aidan se giró acomodando su cabeza en una posición más cómoda, y fue cuando se dio la vuelta el momento en el que se percató de que Ada le estaban mirando con ojos embelesados. 

 A la mañana siguiente, se despertaron muy temprano. 

 Los dos tenían miedo de ir a la central, pero parecía que los medios no hacían nada, por lo cual se sentían obligados a ayudar al país, acabando con esos bichos. 

Desayunaron lo primero que encontraron en la despensa de Aidan, se prepararon poniéndose los chalecos antibalas y equipándose al completo, y una vez que tuvieron cargado todo el armamento en la furgoneta procedieron a abandonar la casa. Comenzaron a conducir hacia la central, que estaba a escasos kilómetros pasados de la ciudad, y justo donde comienzan a apoderarse del terreno los frondosos bosques.  

Cuanto más se acercaban a la central más aumentaba la sensación de temor en el ambiente, aunque los dos se mostraban serios. Al final de 15 minutos de trayecto llegaron a la central. 

Desde el exterior se podía apreciar que el techo estaba completamente quemado, y una columna de humo salía de dentro del establecimiento. 

Bajaron silenciosamente del vehículo, con cuidado por si alguno de los monstros que residían en la central los escuchaba. Pasaron por un agujero que tenía la valla con alambre de espino y se adentraron en la central. 

Todo se encontraba destruido, había cables colgando por todos lados, sobre todo en los techos, no paraban de chispear. De repente, mientras estaban embobados mirando a sus alrededores, escucharon un murmullo, que procedía de un rincón. Un hombre con una bata de laboratorio, completamente pálido y lleno de heridas y roces les llamó.  

– Esas criaturas, se nos fue de las manos – dijo el hombre con una voz quebrada que apenas se escuchaba. 

– Vamos a acabar con ellas – exclamaron a la vez Aidan y Ada. 

– ¡No lo hagáis! Acabaran con vosotros, no merece la pena – dijo el hombre casi llorando. 

– Si no lo hacemos nosotros no lo hará nadie – dijo Aidan. 

– Vuestra decisión no está en mis manos, si os sirve de ayuda, el nido se encuentra en el piso de abajo. 

– Gracias, verá como todo esto acabará pronto. 

Nada más oír esto, se dirigieron corriendo al ascensor, y presionaron el botón que les llevaría al último piso. Mientras bajaba el ascensor, se pusieron en posición de disparar, preparados con la punta de las metralletas asomando por donde el cristal estaba roto.  

El ascensor alcanzó el último piso. Varias de esas criaturas se podían apreciar rondando alrededor de un extraño portal inhumano. La puerta del ascensor se abrió, el sonido hizo que todos los monstros se dieran la vuelta intentando adivinar de dónde provenía aquel sonido. Aidan y Ada se miraron, y se dijeron: Acabemos con ellas. 

Comenzaron a vaciar todos los cargadores, algunas criaturas resistían a los tiros, mientras que otras caían al suelo tras ser disparadas en la cabeza. Se armó un gran estruendo, todos los monstros chillaban, lo cual atraía a más, que más tarde acabarían siendo aniquilados también. 

Una vez habían acabado con todos y cada uno de ellos procedieron a acercarse al portal. Parecía que llevaba a otra dimensión, era de un color amarillento luminoso y estaba recubierto de un extraño líquido viscoso.  Llenaron el portal de explosivos, lo cubrieron todo con gasolina, se alejaron y tiraron una cerilla. Se produjo una explosión brutal, a los dos les pitaban los oídos, no veían nada por el humo, se acercaron lentamente y vieron como el portal ya no estaba, tan solo había un gran boquete en el suelo hecho a causa de la explosión. 

Estaban felices, no podían creer lo que acababan de conseguir. Y pensar que tan solo dos personas normales podían haber salvado al país de algo tan devastador, en vez de haberlo resuelto las fuerzas del estado, desde luego era algo que solo podía pasar en una película. Dejando la central atrás como verdaderos héroes que eran comenzaron a sentirse como si alguien les estuviera mirando, en este momento Aidan le dijo a Ada:  

– Me siento vigilado, ¿y tú? 

– Yo también, puede que nos hayamos dejado alguna bestia. 

En este momento los dos se quedaron callados, dándose la espalda y apuntando alrededor buscando la supuesta criatura restante. De repente cuando escucharon una voz que decía: ¡alto!, salid de ahí antes de que os maten. 

Fue ahí cuando se dieron cuenta de que había una patrulla militar fuera.  

– ¡Cuidado! No os imagináis lo que hay dentro de esta central – exclamaron los militares. 

Aidan y Ada comenzaron a reír, dejando a los militares confundidos. De repente, entre las risas, Ada se quedó callada. Aidan preguntó: ¿Qué pasa Ada? ¡Lo hemos hecho! Anima esa cara. 

– ¿Recuerdas el hombre que nos había que nos había contado donde se encontraba el nido de criaturas? ¡Hay que volver a salvarlo!  

– Es verdad, se me había olvidado. Volvamos ahora. 

Los militares mientras tanto, boquiabiertos, decidieron seguirles.  

Se encontraban corriendo entre los pasillos de la central, intentando recordar por donde habían ido. Fueron más de una vez las que creyeron que habían encontrado la zona, era difícil porque la central era parecida por todas partes, paredes de hormigón gris o de metal, puertas de hierro y carteles que decían: “salida de emergencia”. Tras un tiempo finalmente lo encontraron, lo intentaron cargar a rastras, los militares, que les habían seguido, aparecieron al rescate y se llevaron al tipo. Finalmente salieron de la maldita central y se lo contaron todo a los militares, como lo habían hecho, como eran las criaturas… 

Los militares transmitieron todo lo que le habían contado al gobierno. ”Los salvadores” era el título que recibían. Se convirtieron en dos leyendas, y ahora hay estatuas de ellos en toda Alemania.