Un intruso en la base

Anónimo

Año 2230. Edificio principal de la Nasa.

“El proyecto V– M04, este es el futuro. El proyecto consiste en que llevemos a diez niños de cinco años, con algunos profesionales para vivir en Marte, con nuestras últimas tecnologías. Estarán en una base muy segura, que estará en contacto constante con nuestro equipo aquí en la Tierra. De esta manera descubriremos muchas cosas… ¿podrá ser este un lugar para vivir? ¿serán estos diez niños el principio de una nueva civilización? Y sobre todo ¿seremos los únicos que habitan ahí? ¿o ya habrá otros seres desconocidos? Bueno, al fin y al cabo, mucha suerte futuras leyendas.”

El público aplaude y grita a vítores. Todos se preguntan: “¿qué será de estos diez niños?”

Presente. Año 2245. Base Marte. 

Mierda. Ya estaba sonando otra vez la alarma. A mis 17 años no me había acostumbrado al estridente sonido que me había despertado de golpe. Y como siempre oía a mi compañera de habitación, y mejor amiga, quejarse.

– Cinco minutitos más… –  decía Sofia con voz de dormida–.  ¡Solo cinco!

Yo ya me estaba levantando rápidamente, apagando la alarma. 

– No venga, que hoy toca matemáticas, tu asignatura favorita – dije consciente de que ella la odiaba. 

– ¡Jo Eva! ¡No ayudas! – exclamó ella mientras me lanzaba su almohada y empezaba a levantarse. Yo me reía mientras que iba al baño a darme una ducha.

Una vez estuvimos listas caminamos apresuradamente interrumpiendo los silenciosos pasillos con el sonido de nuestras botas de uniforme contra el metal.

– ¡Vamos a llegar tarde! – le dije a mi amiga, aun sabiendo que no era la primera vez.

– Esta vez no ha sido mi culpa… ¡Has tardado mucho en ducharte!

– Ya claro – le respondí mientras reíamos y entrábamos en el comedor en el que ya estaban todos nuestros compañeros sentados en la larga mesa desayunando mientras hablaban.

 Todos nos saludaron alegremente. Sofía y yo fuimos adonde estaba la comida. Yo cogí unos cereales de avena con leche y un zumo. Me senté en la mesa en mi sitio de siempre, al lado de Raúl, un chico alto de cabello castaño y bastante gracioso. Enfrente tenía a una chica, Vera, de rasgos asiáticos y con la cual nunca había hablado mucho. Y al otro lado Sofia, algo bajita, de cabello castaño por los hombros, y mi mejor amiga. 

– Bueno chicos, os quedan cinco minutos para acabar de desayunar, que tenemos clase – dijo Oscar, un profesor –. Por cierto, ¿dónde está Laura? ¿y Liam? No suelen llegar tarde.

–  No sé, pero si no llegan ya los morrudos se perderán Matemáticas. 

–  Ya te gustaría ser tú, ¿eh, Marcos? – le respondió Oscar con una sonrisa.

– ¡Bueno se acabó la charla! – exclamó nuestra otra profesora, Nuria, mientras entraba por la puerta –.  Todos a clase.

– Pero si no me he acabado mis cereales… –  me quejé mirando mi bol medio lleno.

– Pues no haber llegado tarde – me dijo Raúl –. Si fueses más puntual, no te pasaría…

– ¡Ya… cállate, Raúl! – le interrumpió Sofía –. Yo tampoco he acabado. ¿Podemos ir Eva y yo en unos minutos, porfa? – le preguntó a la profesora.

– Bueno, vale, pero que no vuelva a pasar, y no tardéis mucho.

Una vez todos se fueros a clase, le dije a Sofía:

– Gracias, sé que tú ya has tardado más en comer para quedarte conmigo – dije mientras me reía, consciente de lo rápida que era ella en comer.

– No es nada. Además, así de paso nos saltamos algo de clase – me respondió con una sonrisa. De repente, se empezó escuchar un agudo y desgarrador sonido que daba escalofríos.

– ¿Qué es eso? –  me preguntó ella asustada –.  Se me está poniendo la piel de gallina.

– No lo sé… ¡Creo que viene de las habitaciones! – dije levantándome de un salto. 

Al instante se oyó un grito de una chica… estaba segura de que era Laura. 

– Ven, vamos a coger armas y activar la alarma.

Estábamos entrenados para responder ante situaciones de emergencia, por lo que sabíamos exactamente lo que hacer. Yo fui rápidamente a abrir un armario repleto de armas de todo tipo, desde pistolas hasta bombas. Cogí cuatro pistolas pequeñas y una bomba eléctrica.

Sofía ya había activado la alarma, por lo que había luces rojas parpadeantes y se oía por todas partes poniendo en alrta a todos en la base.

– Tenemos que ir hacia las habitaciones, y supongo que los demás harán lo mismo – me dijo Sofía mientras que le entregaba dos de las pistolas y la bomba.

 Mientras corríamos por los pasillos, me di cuenta de que el sistema había fallado, ya que ya no se escuchaba la alarma, solo el desgarrador sonido que parecía provenir de una criatura. Se hacía cada vez más fuerte según nos aproximábamos. 

De repente, vimos que venía corriendo Liam en dirección contraria a donde teníamos pensado ir.

– ¡Corred! ¡Nos va a alcanzar! – gritó desesperado.

– Pero, ¿que…? –dije, pero entonces vi que justo detrás de mi compañero había una gran criatura. Mediría aproximadamente tres metros y medio y le faltaba a poco para tocar el alto techo. Era horrible, tenía un montón de largos tentáculos de color verde y marrón. Estaba cubierto de una asquerosa baba pegajosa que iba dejando rastro por donde pasaba. Pero lo peor era su rostro, tenía una boca grande, de la cual le salían los colmillos, y unos ojos saltones con una mirada escalofriante que te paralizaba de miedo y te observaban con sed de sangre.

Mi mejor amiga y yo nos quedamos paralizadas del miedo. Estábamos aterrorizadaa.

– ¡¿Pero que hacéis ahí paradas?! ¡Corred! ¡Ha matado a Laura! – nos gritó Liam mientras luchaba por no ser alcanzado.

Entonces reaccioné, le cogí la mano a Sofía y me puse a correr sin mirar atrás. Con Liam corriendo a varios metros detrás y el intruso pisándole los talones. De pronto se escuchó un grito de Liam, nos giramos y nos dimos cuenta de que uno de los tentáculos le había alcanzado. Rápidamente agarré una de las pistolas que tenía atadas en la cintura y empecé a disparar.

La criatura ni se inmutaba, los disparos no le afectaban lo más mínimo. Pero Sofia y yo seguíamos disparando desesperadas, aunque no pudiéramos hacer nada. Ya había matado a Liam, desgarrándolo con dientes y tentáculos.

Nosotras, horrorizadas, no tuvimos otra cosa que hacer que volver a la carrera, con sudor en la frente, girando por los pasillos. Vi una de las pequeñas habitaciones de seguridad, y le dije a Sofía:

– No podemos correr más, tenemos que escondernos y localizar a los demás.

Como el monstruo no estaba cerca, nos apresuramos a abrir las compuertas y entramos en la pequeña habitación creada para situaciones de emergencia como esta. 

Escuchamos, en silencio, cómo la criatura pasaba por enfrente nuestra sin saberlo, y esperamos unos minutos a que se alejara lo suficiente para hablar sin que nos escuchara. Una vez se alejó, Sofía no pudo evitar estallar en un llanto mientras le abrazaba con fuerza.

– ¡No puede ser! Esta mañana estábamos tan tranquilas y ahora esto… –  decía ella sollozando –. Liam y Laura han muerto, esa bestia los ha matado… 

– Yo… No sé que hacer – dije aterrorizada por todo lo que estaba pasando.

– Yo tampoco – me respondió apenada.

– Según el manual, tenemos que llamar a los profesores – dije mientras que llamaba a nuestra maestra con mi reloj.

– ¿Hola? ¿Eva? – se escuchó al otro lado de la línea.

– Nuria, no sabemos qué hacer… hay una criatura, y Liam y Laura han muerto, y estamos escondidas y… –  dije desesperada.

– Espera, tranquila, ¿estás bien? –  me preguntó ella.

– Sí, estamos Sofía y yo en la Habitación de emergencia 03.

– Vale, a ver. Estamos todos los demás en una de las clases, tenéis que… –  de repente se escuchó un fuerte golpe metálico –. Mierda

– ¿Qué ha sido eso? – le preguntó Sofía.

– Está aquí, el monstruo ¡corred, chicos! – les gritó a nuestros compañeros –.  Sofía y Eva, tenéis que ir a la nave que os llevara a la tierra, tened cuidado – dijo ella agitada.

Se escuchaban gritos al otro lado de la línea y Sofía y yo nos miramos horrorizadas. De pronto la comunicación falló, y el silenció nos inundó. 

– Prueba a llamar a los demás – le dije a mi amiga.

Fuimos llamando de uno en uno hasta que Raúl contestó.

– ¿Hola? ¿Raúl? ¿Estás bien? – preguntamos nosotras expectantes.

– Creo que la criatura los ha matado a todos. No puedo hacer nada. Me va a encontrar – y se cortó la comunicación, estábamos aterrorizadas.

 Todo iba muy rápido, yo tenía lágrimas en los ojos, tenía mucho miedo. No tenía fuerzas para hacer nada, solo quería que todo acabara de una vez por todas, despertarme y que todo fuera un mal sueño. Pero era real, y no sabía qué hacer.

– Tenemos que ir a la nave – le dije a Sofia recordando las palabras de Nuria.

– Pero para eso tenemos que pasar por las clases – me respondió ella, a la cual le temblaba la voz.

– Si, y vamos a sobrevivir – le dije esperanzada.

– Y juntas vamos a ir a la Tierra.

Y así, salimos de nuestra pequeña guarida y nos dirigimos a la nave. Cuanto más nos acercábamos, más fuerte era el sonido de la terrible bestia. Teníamos la piel de gallina y empezamos a correr.

Cuando estábamos en las clases, me dijo:

– Tengo que comprobar si hay algún superviviente. Tú quédate aquí y vigila si viene.

– Vale, pero ten cuidado – le respondí dándole un abrazo.

Poco después noté que me llamaba por el comunicador.

– ¿Hola? ¿Sofía? – le pregunté extrañada.

– Esta aquí… Me va ha encontrar, y la puerta está cerrada por un fallo en el sistema – me dijo alarmada y horrorizada.

– Madre mía. ¿Qué hacemos? – le pregunté aterrorizada.

– Tengo la bomba, la puedo explotar – me dijo ella

– ¡Pero eso te mataría a ti! – exclamé.

– Ya está aquí – oí que me decía –. Tengo que explotarla… no le matará, pero te dará tiempo para huir…

– ¡Ni se te ocurra! – le grité mientras intentaba pensar en ideas para salvarla, horrorizada por la idea de perderla.

– Te quiero mucho, y lo siento – me dijo ella –.  Sálvate, por favor.

“Pip”… Fin de la transmisión.

Y en ese momento, me inundó el miedo. Mi mejor amiga, a la que yo consideraba mi hermana, acababa de morir y no había podido hacer nada para evitarlo. Me quería derrumbar, las lágrimas salían de mis ojos sin que pudiera detenerlas. Pero si me derrumbaba moriría, y si lo hacía, ella habría muerto en vano.

Así que me levanté y corrí, tenía que llegar a la nave y cerrar las compuertas cuanto antes. Podía oír el agudo y escalofriante sonido de la criatura, estaba cerca. Corrí por los pasillos que tanto conocía hacia la nave… si lo lograga, viviría.

Al fin, cuando llegué, mientras las lágrimas y el sudor corrían por mi rostro, cerré rápidamente las compuertas y vi por última vez a aquella criatura que había matado a tantas personas que quería. Podía ver en su mirada que estaba débil y que estaba llena de esa pasta pegajosa mezclada con lo que parecía ser su sangre, seguramente como consecuencia de la bomba que había explotado Sofia .

Rápidamente subí a la pequeña cabina y puse el automático. Estaba a salvo. Finalmente, iba camino a la Tierra. Desde la pequeña nave pude ver cómo me alejaba de Marte, mi hogar, donde había vivido y muerto todo lo que conocía.

Cogí el comunicador a la Tierra, lo encendí y con la poca energía que me quedaba pronuncié:

– Aquí Eva, única superviviente del proyecto V– M04. Voy rumbo a la Tierra.