TRATANDO DE ARREGLAR TODO

Por Creis Flores Zambrano

Desperté y bajé las escaleras para hacerme el desayuno. No sé por qué me desperté en la madrugada, mi instinto me decía que había entrado alguien en casa.

Mientras bajaba las escaleras, escuché que algo se cayó al suelo. Al instante subí rápidamente a mi habitación y agarré un paraguas, y rápidamente encendí la luz, pero no vi a nadie, todo estaba en silencio. De repente, sentí que alguien se me acercaba por detrás, me di la vuelta y con los ojos cerrados empecé a agitar el paraguas y de la nada sentí que alguien lo había parado. Despacio empecé a abrir los ojos y cuando los abrí por completo vi a alguien enfrente de mí, era alguien vestido de negro con algo que le tapaba la cara y solo se veían sus ojos verdes marino.

– ¡¿Quién eres, cómo entraste?! – – dije desesperada.

– Si te calmas, te podré responder todas las preguntas que tengas – dijo el con una voz suave. 

– ¿Cómo quieres que me calme, si no sé quién eres? – le dije gritando.

– Sí, sabes quién soy; solo que no nos hemos visto por mucho tiempo– dijo calmado.

– … Primero suelta el paraguas.

– Yo lo suelto, pero tú no me golpeas– dijo el advirtiéndome.

– Bien – dije dudosa.

Mientras hablábamos, me di cuenta de que era un chico y su voz me era conocida. Mientras él soltaba el paraguas, pensaba si golpearlo o no; pero mientras lo iba bajando él me decía: 

– No me golpees, confía en mí …

Cuando me dijo eso, se repitió en mi cabeza…

– ¿Zack?… – dije despacio.

El chico empezó a destaparse la cara y a quitarse la capucha.

– Sabía que lo ibas a averiguar– dijo sonriendo.

Cuando dijo eso me quede atónita; por un momento, tenía un montón de preguntas, pero la que más me causaba duda era: “¿No había muerto?”…

SEIS MESES ANTES

5:39 de la tarde…….

– ¿Y si vamos al cine? – dijo Zack.

– ¿Y por qué no nos quedamos en el parque?

– Porque no estamos haciendo nada – dijo fastidiado.

– Pues podemos hacer una carrera o jugar con la pelota o…

Antes de que terminara de hablar empezó a vibrar mi celular.

– Dame un momento – dije mientras respondía.

– ¿Mamá?

– Cariño, ¿ya tendiste el traje de tu padre? Recuerda que lo necesita para mañana.

“¡El traje de papá!”

– Sí, mamá, ya lo tendí, creo que ya se secó. ¡Adiós!

Cuando colgué, alcé la mirada hacia Zack, y antes de que le dijera que me tenía que ir, me dijo:

– Yo te llevo.

– Gracias – exclamé aliviada.

Mientras íbamos en el coche estaba pensando cómo iba a hacer para que se secara rápido, ya que mi padre se iba de viaje a las 8:00.

– ¡Solo tengo dos horas! – dije desesperada.

– Tranquila lo podremos secar antes de las 8:00, confía en mí…

Antes de que pudiera decir algo, escuchamos una explosión y Zack frenó rápidamente.

– ¿Qué fue eso? – dije asustada.

– No lo sé.

De repente, se empezó a formar una esfera negra en una parte de la ciudad, todo estaba temblando y el cielo se oscureció.

– ¡Salgamos de aquí! – dijo Zack.

Empezó a manejar rápidamente, pero la neblina no lo dejaba ver.

– ¡Zack, ten cuidado, te vas a chocar! – dije asustada.

– ¡Sé lo que hago, no me distraigas!

***

Luego todo se volvió negro y lentamente empecé a abrir los ojos, no escuchaba nada, solo había un olor extraño que me molestaba. Miré a los lados y vi a Zack herido, le estaba sangrando una parte de la cabeza y tenía trocitos de cristal encima. Rápidamente me quité el cinturón y estiré los brazos para ayudarlo; pero sentí un dolor fuerte en la pierna, bajé la mirada hacia ella y vi unos pedazos de cristal incrustados en ella. Traté de quitarlos, pero me dolía mucho; por un momento me acordé de Zack y giré la mirada para empezar a quitarle los trocitos de cristal que tenía encima.

– ¿Zack?, ¡Zack, despierta! – le dije asustada. 

– ¡Zack, por favor, despierta! – decía con lágrimas en los ojos.

De repente, empecé a escuchar unos pasos e hice silencio.

– ¿Hay alguien ahí?… ¿Hola?… Creí haber escuchado a alguien, vámonos.

– Zack…. – dije en voz baja.

– Zack, despierta – decía llorando.

Le toqué el corazón para ver si tenía pulso, pero no sentía nada.

– Zack…

– Por favor, despierta…                 

Sabía que no iba a despertar, pero lo seguía intentando, hasta que me rendí. Me despedí de él y me llevé su sudadera.

Luego de un rato caminando, había llegado a casa con la pierna adolorida y no veía a nadie.

– ¿Mamá?, ¿papá? – decía llorando.

Nadie me respondió, subí las escaleras para revisar las habitaciones, pero no había nadie.

Pasaron los días, las semanas y nadie llegaba, nadie llamaba; pero yo tenía que seguir adelante, averiguar qué había pasado, y tratar de arreglar todo.

Mientras pasaba el tiempo, me daba cuenta de que se iba a ir acabando la comida y tendría que aprender a sobrevivir hasta arreglar todo, hasta averiguar qué fue lo que pasó. Lo que más quería saber era si mis padres o mis amigos estaban vivos. Semanas después decidí ir a la montaña para ver todo desde un lugar mejor. 

Mientras iba saliendo de casa, me venían recuerdos a la cabeza con Zack, cuando corríamos en el parque mientras caían las hojas de los árboles color naranja, el césped lleno de hojas marrones que crujían mientras corríamos. Desde que pasó aquello, todo se veía más apagado, los árboles no tenían muchas hojas, ya no se escuchaban los autos, en algunas zonas olía la comida dañada y a gasolina, los edificios estaban desolados, los cristales estaban rotos por la explosión y la ventisca, todo era un desastre, pero tenía que seguir adelante.

Mientras iba caminando a la montaña, todo se veía seco, pero antes de llegar escuché un ruido extraño, pero le presté atención y seguí caminando.

Durante ese tiempo que estuve sola pasaron muchas cosas, pero nunca se me había pasado por la cabeza ir a ver si Zack había despertado.

PRESENTE

– ¿Cómo es que estás vivo?, cuando estábamos en el auto no despertabas -– le dije confundida.

– Es una historia un tanto larga; verás, cuando desperté sentía que me dolía todo el cuerpo, había despertado en una habitación de un hospital, y de repente escuché a una chica con la voz un poco aguda:

– Vaya, ya despertaste, ¿te sientes mejor? – dijo ella.

– No, me duele todo el cuerpo.

– Espera, ¡¿Quién eres?!, ¡¿Dónde estoy?!– dije desesperado.

– La chica me dijo que llevaba un día dormido, que me había encontrado solo en el auto y un tanto herido, pero no estaba grave.

– Después de un tiempo fuimos de un lugar a otro tratando de saber qué había pasado y qué lo había causado, y luego empecé a buscarte.

– ¡Wow, hiciste eso en siete meses! – dije sorprendida.

– Sí, y por suerte descubrí muchas cosas que podrían ayudarnos.

Hablamos un rato intercambiando ideas y mientras yo sabía más cosas, él también averiguaba más. Zack tenía un mapa donde tenía marcado todos los lugares a los que había ido.

– Vayamos aquí – dijo señalando el mapa– . Aquí puede que haya algo más, no he ido allí.

– Bien, agarremos lo necesario y vayamos.

Después de caminar por tanto rato, llegamos a un lugar desolado – todo se veía gris y había luces titilando, salía humo de un auto y eso hacía que oliera raro– y adonde llegamos solo podíamos entrar por una rejilla un poco rota. 

– Ten cuidado, no te vayas a lastimar – decía Zack mientras me ayudaba a subir por las rejillas.

– No te preocupes, he escalado cosas más peligrosas.

– Igualmente ten cuidado.

De repente escuchamos unos pasos bruscos que pisotean las hojas secas del suelo.

– ¡Quietos! – gritó alguien encapuchado con dos personas detrás – ¡No se muevan!

– ¡Salta, Deyli, yo te atrapo! – me dijo Zack, asustado.

Las tres personas se miraron, y una dijo:

– ¿Deyli? – dijo una voz femenina.

Esa voz se me hace conocida – me dije tratando de recordar de quién era esa voz.:

Zack y yo nos miramos como si estuviéramos pensando lo mismo, y dijimos al mismo tiempo

– ¿Evelyn?

– ¿Zack, Deyli? – dijo el chico.

– ¿Ben? – dije confundida.

Los tres chicos se miraron y se quitaron las capuchas con mucho cuidado.

– ¡Evelyn, Laya, Ben, están vivos! – dije con alegría.

Después de hablar por un rato le pregunté a Evelyn que cómo se encontraron los tres.

– No nos encontramos, estábamos juntos – dijo Evelyn.

– Íbamos al cine en el auto– respondió el Laya.

– ¿Y ustedes?– dijo señalándonos.

– Nosotros también íbamos juntos, pero pensé que Zack había muerto y me fui.

Seguimos hablando y empezamos a buscar entre los cinco una solución para lo que había pasado y Ben dijo algo un tanto razonable:

– Chicas, ¿recuerdan cuando estábamos en la cueva?

– Sí – dijeron las dos.

– Bueno, ahí había una máquina rara con una esfera negra, como la que se hizo en la ciudad.

– Qué raro – dijo Zack.

– ¿Y si vamos ahí? – dijo Ben.

Rápidamente agarramos las cosas y fuimos a la cueva, estaba en un bosque con árboles secos y afuera de la cueva había unos sillones un tanto dañados, al entrar todo estaba oscuro.

– Tengan cuidado donde pisan, hay unas cuantas trampas – dijo Ben.

– Aquí está, está intacta – dijo como si estuviera orgulloso.

Zack se acercó con cuidado y tocó la esfera con un palo. Todo se empezó a mover y cuando lo quitó, paró de temblar.

– ¿Qué es lo que acaba de pasar? – dijo Evelyn asustada.

– Qué extraño, de alguna forma esta esfera está conectada con el pueblo – dijo Laya.

– ¡Mira, un botón rojo! – dije entusiasmada-, tal vez eso sea algo.

– Tal vez – dijo Zack inseguro.

– Mira, una libreta – dijo Laya agarrándola del suelo y empezó a leer:

“Para la persona que lea esto, quiero que sepa o sepan que tal vez se haya activado la máquina por algún fallo, pero para acabar con algún desastre que haya causado tienen que dejar pulsado el botón rojo.

– Y ya no dice nada más – dijo, finalizando la carta.

– Pues presiona el botón Zack – dijo Ben.

– …No estoy seguro.

– Vamos, arreglaremos todo – dije tratando de convencerlo.

– Presiónalo conmigo – dijo Zack.

Me acerqué y los dos lo dejamos presionado al mismo tiempo y todo se empezó a mover demasiado fuerte y desapareció la esfera.

¡Din!, ¡Din!, ¡Din! 

Empezó a sonar mi celular y cuando lo miro eran diez llamadas perdidas de mi madre. Miro a Zack, sorprendida y confundida a la vez.

– Tengo llamadas perdidas de mi madre …– digo extrañada.

– Ben, sal afuera – dice Zack, queriendo confirmar algo.

Ben miró a Zack y caminó hacia afuera, y cuando regresó se veía sorprendido.

– Los árboles no están secos – dijo sorprendido.

Todos nos miramos y salimos corriendo hacia afuera, todo estaba verde, ya no estaban los sillones, los pájaros estaban cantando y había un olor agradable. Corrí hacia la ciudad lo más rápido que pude para confirmar lo que estaba pensando.

– ¡Deyli, espera! – gritó Zack a lo lejos.

Cuando llegué todo se veía como antes, los edificios brillaban, no olía a comida dañada, los árboles se veían sanos y olía agradable.

– ¡Zack, vamos por tu auto!

Llegamos al auto de Zack, y empezó a manejar hacia mi casa. Cuando llegamos me bajé del auto y abrí la puerta.

– ¿Mamá? …

– Deyli, ¿por qué no tendiste el traje? Tu padre tuvo que llevarse otro – dijo mirándome extrañada.

– ¿Por qué estas vestida así?

Corrí y la abracé con fuerzas.

– Te quiero mamá – le dije sonriendo.

– Ok…, yo también te quiero cariño, pero ve a bañarte estás un tanto sucia.

Le asentí con la cabeza y subí para ducharme, y cuando bajé cambiada, Zack, Ben, Laya y Evelyn me estaban esperando con mi madre en el sillón.

– Bueno, cuéntame dónde estaban, que están tan sucios – dijo mi madre.

Todos nos miramos y dijimos:

– Es una larga historia.